martes, 3 de diciembre de 2013

Intangible Placer



Como siempre, al final del texto ofrezco una melodía para acompañar la lectura

La gente quiere tiempo, reclama más y más, pero el tiempo avanza inexorable, inabarcable. Está ahí, pero se nos escapa de los dedos muy rápido. Un suspiro es pasado; una letra más, un segundo menos. La sociedad busca ganar tiempo y para ello se fomenta la rapidez, tanto mental como física. Todos los avances humanos giran en torno a reducir tiempos muertos, reducir esperas y perfeccionar el sistema. Día a día, segundo a segundo, afrontamos la vida de forma más vertiginosa. Los momentos de silencio, los trayectos, los procesos rutinarios, todo trata de agilizarse y perfeccionarse. Eso nos convierte en hombres flecha, más mecánicos que racionales. Con la cabeza gacha, avanzamos y reducimos rápidamente las distancias. Nos da miedo pararnos y la actividad se convierte entonces en una droga que nos sobreexcita. Sin embargo, cuando una pausa llega hasta nuestras inexorables vidas, nos inunda un pánico intangible. Como cuando un yonkie se ve arrebatado de su droga, nos volvemos locos y un nudo empieza a retorcer nuestro estómago. Todo se paraliza y el tiempo choca cara a cara con nosotros. Dejamos de perseguirlo, nos mira a los ojos y tratamos de torcer el rostro, pero ya no podemos hacer nada: está en nuestra mente. Presente, pasado y futuro, todo se entremezcla y atormenta nuestra existencia. Nuestra cabeza gira y gira. Y entonces, cuando el tiempo nos sobrepasa, una idea comienza a surgir en nuestro cerebro. La respuesta que buscábamos está en el arte cinematográfico. Desde ahí, el tiempo está a nuestro servicio y no al revés[1].  

Sin embargo, esto no nos tiene que llevar a un equívoco: podemos moldearlo y manipularlo, pero nunca lo podremos poseer. Si paramos una cinta, el tiempo sigue pasando y solo vemos el congelado de una imagen. No es posible detener el tiempo y visionar más allá de esa parálisis sin que nuestra vida avance. Es antinatural, y por supuesto, solo sucede en la ficción, en casos excepcionales como la sala del Espíritu y el Tiempo[2] de Dragon Ball o gracias a superpoderes como los del profesor Xavier en X-Men. Y aún así, todo tiene un límite. Para Wong Kar-wai, el límite de su película 2046[3] está en la mente del protagonista, Chow Mo-wan. En ese caso, el tiempo se ve condicionado por el punto de vista del personaje: su narración, sus sentimientos, sus emociones... El espectador acompaña su visión subjetiva de la vida y se une a su búsqueda por el amor. Chow Mo-wan escribe sobre un futuro llamado 2046, aunque en realidad lo hace sobre su propio pasado. En sus historias, el tiempo se paraliza por completo. El personaje nos introduce en ese mundo y nos adentramos en su fantasía. Para él es un medio de catarsis, un refugio, pero al final, el tiempo siempre acaba pasando. Vuelve a su rutina y poco a poco se da cuenta: el amor sigue sin llegar y el tren de 2046 continúa avanzando, buscando su sitio. Su amante le deja para siempre y la mujer de la que está enamorado tiene mejores planes en Japón, con su prometido.

El paso del tiempo, desde un punto de vista psicológico, está muy bien aplicado en esta película. Según se quiere expresar un detalle u otro, se acelera o se ralentiza el momento. Normalmente, esta manipulación temporal viene vinculada a un instante clave para el protagonista. Cuando disfruta de una mujer, de su compañía, el tiempo se dilata ralentizando la imagen para transmitir esa necesidad de capturar el momento, de que sea eterno. Por el contrario, cuando Chow Mo-wan está sufriendo, le vemos sentado solo en una cafetería, con el movimiento de su cuerpo ralentizado, en contraste con el efecto acelerado que se aplica al resto de personas que están ahí. Esa angustia, centrada en la manipulación del tiempo como recurso artístico, refuerza el conflicto interno del personaje. 2046 reestructura el tiempo de muchísimas maneras, aunque su efecto trasciende del netamente visual: se concentra en potenciar la dramaturgia de las escenas. Y eso es lo verdaderamente importante. Sin embargo, no hay que utilizar este poder a la ligera, ya que un mal uso de estos recursos puede destruir nuestra idea original. No en vano, la manipulación del tiempo se mueve entre dos polos: lo ridículo y lo fascinante. Y hay que evitar caer en el primero de ellos.

A diferencia de nuestro poder sobre la ficción, en la realidad estamos atrapados. Nuestras vidas avanzan en un único sentido y no existen ralentizados, acelerados o flashbacks[4]. Un momento es historia dentro de dos segundos y no podemos acelerar la cinta si nos están haciendo daño. Tampoco volver hacia atrás para revertir el curso de las cosas o revivir un tiempo pasado. El tiempo es el que es, pero gracias a nuestra obsesión por atraparlo, gracias al cine, podemos disfrutar de su manipulación. Aunque sea por un momento, nos sentimos dueños de lo que ha ocurrido, de lo que ocurre y de lo que está por suceder. Esa es la grandeza de este intangible placer. Y aunque el dulzor en nuestros labios termine extinguiéndose, no está mal recordárnoslo: más allá de la vida tenemos un refugio en el arte. 


*Texto realizado como ensayo para la asignatura Historia Estética del Cine

[1] Para que sirva de aclaración: creo que el cine es el medio que mayor control ejerce sobre el tiempo, aunque eso no significa que no haya otros artes que sean capaces, al menos, de capturar el tiempo para la posteridad.
[2] En este lugar especial, localizado en el interior del palacio de Kami Sama (Dios), el tiempo transcurre de forma muy diferente a como lo hace en la Tierra. Un día terrestre equivale a un año en la sala del Espíritu y el Tiempo. Sin embargo, si pasas dos días completos allí – dos años –, la puerta de salida se desvanece, encerrándote dentro para siempre. Pese a la ciencia ficción, incluso en Dragon Ball se evita el control máximo sobre el tiempo: escapa a nuestra comprensión y conocimiento.
[3] Película publicada en 2004. Nos narra las experiencias en el amor de un escritor que está buscando su lugar en el mundo.
[4] Nuestros recuerdos pasados podrían considerarse flashbacks, aunque nunca recordamos todo con precisión. Tan solo en medios artísticos como el cine es posible revisitar el pasado con todo lujo de detalles.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Crítica de Tú eres el siguiente ('You're Next')

Esperad, ¿he escrito "crítica"? Borrad eso ahora mismo de vuestra mente. Lo que os voy a contar a continuación no tiene nada que ver con una crítica. De hecho, se trata de algo extremadamente personal. ¿Por qué os lo cuento? Bueno, digamos que quiero compartir la experiencia, aunque ya aviso a navegantes: no puedo hablar de nada sin desmenuzar la película. Lo siento, pero llegar a mis entrañas supone abrir en canal una res; en este caso, el film. 

"Lo terrible está encerrado en lo bello, lo mismo que lo bello en lo terrible" - Andrei Tarkovski.

Si no habéis cambiado de pestaña y todavía seguís aquí, espero que no me lapidéis al realizar la siguiente afirmación: el salvajismo en el cine, como catarsis y desfogamiento, es terriblemente bello. Y creo que ahí está la clave de lo que me ha ocurrido con You're Next

Sharni Vinson, agotada durante la recta final del film
No soy un asesino en serie, pero ayer me habría gustado matar a alguien. Y al ser eso imposible, por infinidad de razones, solo me quedaba una vía de escape: la ficción. Antes de llegar al cine, andando por la calle, ya me sorprendí balbuceando improperios: "estoy hasta los cojones. Quiero ver una película en la que muera hasta el apuntador, hasta el becario de los cafés, hasta el script... ¡TODOS!". Viendo el resultado de mi experiencia con You're Next, la verdad es que no me puedo quejar. Lo cierto es que en esta película he encontrado casi de casualidad una forma de purificar mi alma, que estaba maltrecha tras varias semanas de mierda. Al salir de la sala de cine tenía otro ánimo y me sentía conmovido, desahogado. Ya no tenía ganas de matar a alguien.

Animal, visceral, salvaje
La protagonista de la película, Erin (Sharni Vinson), tiene gran parte de culpa. Actualmente, mi mundo se siente amenazado - metafóricamente hablando - y me siento como un superviviente que mide lo que hace día a día y lucha por sobrevivir. Erin también está siendo acechada, pero durante el film descubrimos que es experta en supervivencia, así que se las apaña mejor que cualquier otra persona en esa situación. 

Sin embargo, dejemos un momento de lado a nuestra querida Erin y hablemos sobre la estructura de You're Next. Este film se encasilla comercialmente en el género del terror y los slasher, aunque se abre a más etiquetas, como el thriller o la comedia negra. Su premisa es muy sencilla y arquetípica: una familia está disfrutando en un chalet apartado de la ciudad, cuando de repente son atacados por un grupo de lunáticos con machetes y máscaras. No voy a engañar a nadie: el punto de partida inicial está muy trillado, pero You're Next logra ser singular dentro de la pluralidad. 

Pasado el primer acto, donde el espectador va siempre por detrás de lo que saben los personajes, tanto antagonistas como protagonistas, You're Next se desmarca y aplica giros de guion muy acertados y sutiles. Poco a poco, los personajes nos van aportando información crucial para entender las motivaciones de los asesinos. El sentido nuclear de la película cambia. Del pavor y horror inicial, pasamos a una tesitura en la que sabemos dos cosas clave: tres miembros de la familia están detrás de los ataques y Erin es una dolorosa astilla con la que no contaban.

Sharny Vinston en su indomable lucha por sobrevivir

Ahí es cuando empiezo a sentir una gratificación inmensa. En ese momento, mientras veo la película, recuerdo algo: el triangulo de los roles. Miguel Machalski hablaba sobre él en su libro, El Punto G del Guion Cinematográfico: "Este triángulo se basa en que en toda relación afectiva inmadura (...) los individuos desempeñan tres roles: el de perseguidor, el de salvador o el de víctima". Erin comienza siendo víctima de los ataques. Poco después se transforma en salvadora de sí misma, por su naturaleza de supervivencia, y finalmente termina siendo ella la perseguidora. Como podéis observar, durante la película se cambian las tornas. Al principio no sabemos nada y vamos por detrás de los personajes; al final lo conocemos todo y es Erin la que acecha al resto de enemigos. 

Por lo tanto, afirmaría sin temor a equivocarme que You're Next pasa de ser una película terrorífica a convertirse en un thriller salvaje que roza la parodia. Los antagonistas se "humanizan". Se les desenmascara y dejan de ser perseguidores para ser víctimas. Hay cambio de roles y se entiende perfectamente su motivación: los tres familiares que han montado todo el tinglado pagan a los asesinos para deshacerse del resto de la familia y así cobrar la herencia sin que nadie sospeche nada. Es un plan tan asquerosamente retorcido... que claro: se la cuelan a todos. Bueno, a casi todos.


El error que cometió este macabro trío - cuya formación encierra una sorpresa que no revelaré - fue establecer prejuicios sobre la protagonista Erin. Ninguno, ni su propio novio, conocían su pasado salvaje. Erin llevó una vida animal durante su infancia y aprendió a defenderse por sí sola. Todo por la obsesión de su padre con la supervivencia y el fin de la sociedad moderna. Nunca se lo contó a nadie por miedo a sentirse rechazada, a resultar un bicho raro. Es curioso, pero su secreto es lo que la salvó. Moraleja: nunca muestres tus mejores armas a carta cabal ¿Por qué? Porque tu mejor amigo puede ser mañana un visceral enemigo.

Ver You're Next ha sido un ejercicio de purificación. Necesitaba empatizar con alguien y sentirme identificado... romper con todo. Así que, si de verdad queréis matar a alguien, os animo a que vayáis a verla. Quizá os resulte gratificante, como así ha ocurrido conmigo.

Para concluir, y como compensación a mi gancho inicial - esa parafernalia tramposa sobre una experiencia "extremadamente personal" - os dejo con una de las canciones de la película. Disfrutad y nos vemos en el cine.



domingo, 24 de marzo de 2013

IV Gala Jorgwarts | Memorias de un soñador

"No conviene deleitarse en los sueños, Harry, sino tan solo en vivir", Harry Potter y la Piedra Filosofal.

Esa es la frase que está escrita en los folletos que vamos repartiendo al público. Son las 11:45 de la mañana y faltan muchas cosas por preparar. No tenemos todavía los focos en su sitio, ni siquiera las cámaras. De hecho, acabamos de recibir ese material hace tan solo 5 minutos, aunque parezca increíble.

Apenas quedan 15 minutos para que empiece la gala. Todo son nervios flotando en el ambiente, espadas imbuidas por una extraña magia que te hace moverte de un lado para otro sin saber muy bien qué estás haciendo. Solo oyes voces a tus espaldas, un tic, tac continuo que te recuerda que solo queda un suspiro. Las agujas del reloj corren en tu contra, aunque ya eres experto en este tipo de situaciones: llevas más de dos meses trabajando día y noche para que esto salga adelante. Por ello, llega un punto durante la pre-gala en el que piensas lo siguiente: "no sirve de nada preocuparse, lo que venga vendrá y le plantaremos cara". En ese momento, aunque parezca que te desentiendes de lo que ocurre a tu alrededor, sucede lo contrario: te quitas la pesada losa que cargabas con sudor y te concentras en tu objetivo. El tiempo sigue pasando y piensas que parece mentira que todo vaya a terminar en unas horas. Coges la cámara, haces balance de blancos, enfocas y te planteas el encuadre. Llamas a tus cámaras, les das instrucciones y les pides que te avisen ante cualquier percance. Sin embargo, ese percance llega antes incluso de empezar: las cámaras tienen la memoria llena. Adrián llega como una exhalación y nos pide que le entreguemos las tarjetas para descargarlas. La voz de Paula, mi productora, resuena sobre el bullicio: ¡quedan 5 minutos y abrimos puertas!

Trato de ver las cosas con filosofía, pero siento que no nos va a dar tiempo, ¿a quién coño se le ha ocurrido la genial idea de usar las cámaras de la Universidad la misma mañana de la gala? ¿Por qué nadie canceló esa actividad previa? En ese momento pienso que todo es muy irónico y relativo: desde rectorado vienen señores que tienen preparadas butacas en primera fila; personas que luego alabarán nuestro trabajo y saldrán encantadas... no digo que eso esté mal, pero creo que luego se atribuyen méritos que solo nos pertenecen a nosotros. Esta gala es nuestra y de nadie más, y quién piense que la Universidad nos ayudó en grandes gestas como esta, está equivocado. Ni siquiera los sketches están grabados con sus cámaras. Ojo, no hay que confundir Universidad con profesores. Lo primero es un ente rodeado de la más negativa burocracia y lo segundo son personas increíbles, que se sacrifican día a día y que nos han ayudado a que esta gala sea una auténtica fiesta.


La voz de Aram, uno de los cámaras, me saca de mi ensoñación: "ya tenemos las tarjetas". Me da un vuelco al corazón, literalmente, por fin podemos empezar. Mientras colocamos las tarjetas oigo la voz de Paula a lo lejos; quiere abrir ya las puertas y lleva a cabo su papel de productora a la perfección. Es necesario que alguien te grite y te recuerde que hay doscientas personas ansiosas por entrar a ver tu creación. Estamos fuera de tiempo y Paula sigue gritando. Sin embargo, no podemos empezar: el balance de blancos está mal hecho y hay que corregirlo. En nuestra defensa diré que apenas había luz... y menos algo blanco en el escenario que poder usar como referencia. Armado de valor, bajo al escenario y me quedo de pie, esperando a que los cámaras hagan el balance con mi camisa blanca. Oigo la voz de Paula nuevamente. Me increpa que esté haciendo el mono en el escenario cuando ya deberíamos haber empezado. Son momentos de tensión en los que no sé que hacer. Los cámaras, yo incluido, me piden un par de segundos más para calibrar, pero mi productora está a punto de bajar con un cuchillo para cortarme el cuello. Me doy un par de segundos para pensar, pero mi mente está llena de voces exteriores, así que empiezo a actuar por instinto. Salgo del escenario y subo corriendo por las escaleras hasta llegar a mi cámara central. Le doy al botón de grabar y grito: "¡Estoy grabando!".

Paula corre hasta la entrada del aula magna mientras grita: "¡ya pueden pasar, estamos grabando, ya pueden pasar!". Siento que me he quitado un peso de encima. Por fin puedo respirar. Por un momento me doy cuenta de lo cansado que estoy: llevo trabajando desde las nueve de la mañana y me he acostado a las cuatro de la madrugada. Me doy una pausa y me dedico a observar todo lo que ocurre a mi alrededor; saboreo el momento y me pido calma a mí mismo. Mis compañeros de la pecera parecen estresados. No me extraña nada: solo hemos ensayado los monólogos de Isaac... El resto de cosas, incluida la proyección de sketches, se van improvisando sobre la marcha.

La gente va entrando y veo los ánimos más calmados. Me sorprende que hayan venido tantas personas. Es viernes y en la Facultad de Comunicación no hay clase: panorama perfecto para haberse quedado en casa. La respuesta de nuestros compañeros dice mucho de lo que han valorado nuestro sacrificio. Su llegada es la primera gran alegría de la mañana.

Fotografía: Ángel Getán
Todo fluye sin problemas y el primer sketch parece gustarle a la gente. Cuando Isaac cae en el escenario tras pasar por el andén 9 y 3/4 el aplauso es ensordecedor. En ese instante se me pone la piel de gallina y me sumo al bullicio generalizado. Sin embargo, veo que algo falla: los focos están apagados. Empiezo a girar la cabeza en busca de alguien del equipo. Veo que Ángel Getán se ha dado cuenta del problema y empiezo a correr hacia él. Cuando llego hasta su altura susurro "¡los focos!" y le empujo para que comience a bajar las escaleras. Ahora que todo está solucionado, vuelvo hasta mi posición y me relajo. Intento hacer contacto visual con algún compañero de la gala para encontrar miradas de complicidad. Veo los ojos de Carolina Flores, que sonríe y hace un gesto de victoria con la mano. La gala está funcionando, pero yo aún tengo miedo de que el ritmo decaiga con el paso de las horas. Un error en el orden de los sketches me vuelve a activar. Se está proyectando un vídeo en la pantalla que debería salir más tarde. ¿Dónde está el primer sketch de la trama? Os explico: la trama principal de Jorgwarts se divide en 4 sketches. Nos acabamos de comer con patatas el primer sketch. Pienso en Teresa Mactojergall, que pasó mucho frío ese día de rodaje. Creo que se estará revolviendo en el asiento, aunque ya no se puede hacer nada. Me da pena que lo que ha pasado y empiezo a buscar a mis compañeros de equipo. Hablo con Paula y le explico que tenemos hacer una reestructuración de sketches. Nadie se ha dado cuenta de nuestro error, de hecho, me sorprende que el resultado haya quedado tan bien. Nacho Lasierra tenía razón cuando nos decía el año pasado esta frase: "en un sketch, al igual que en una fiesta, entra tarde y vete pronto". Comienzo a pensar que el primer sketch es innecesario, pero aún así sigo mosqueado, sobre todo por no saber qué va a pasar con el siguiente bloque, así que voy a pecera corriendo. Salgo de la sala y llego a la entrada del pequeño y claustrofóbico habitáculo. Veo un cartel en la puerta que reza: "No pasar, por favor". ¿En serio alguien le va a hacer caso a este texto en una crisis como esta? Entro sin hacer caso a su señal y les explico lo sucedido. Veo caras de preocupación y nerviosismo. Trato de solucionar el embrollo, pero me doy cuenta de que no pinto nada allí. Ellos ya son conscientes de lo que ha ocurrido y mi presencia solo les presiona más. Salgo de allí y vuelvo a mi posición original: detrás de la cámara central. Observo el visor y se me cae el alma a los pies: la tarjeta de la cámara solo aguanta una hora. Eso quiere decir que puede que la memoria no llegue a la publicidad. Rezo para que ocurra lo contrario y busco mi portátil para preparar el trasvase de archivos.

Entre todos esos problemas que van surgiendo, me doy cuenta de algo muy importante: la gente se está riendo a carcajada limpia y varias personas que están de pie cerca de mí se giran para darme la enhorabuena por el resultado final. Los elogios me llenan de fuerza para poder seguir afrontando los problemas y una lágrima comienza a nacer de mis cansados ojos. Estoy emocionado. Es uno de los momentos más especiales de mi vida. Un día que llevaba esperando semanas y que creía que nunca llegaría. Son momentos muy bonitos y muy difíciles de explicar con palabras. He ahí la magia de la gala. Una sensación tan plena como intangible.

Fotografía: Ángel Getán
Isaac, nuestro presentador, lo está haciendo genial. Parece increíble que este chico sea así de eficiente y profesional en lo que hace. Apriori  parece una persona normal y muy amable, pero de pocas palabras. Aunque parezca sorprendente, Isaac no es la persona más extrovertida del mundo. El día previo a la gala pasé prácticamente todo el tiempo a su lado, como si de un hermano se tratara. Me formé una idea de quién era que quedó lapidada cuando comenzó a ensayar su monólogo. Pasó de cero a cien en unos segundos. Me quedé boquiabierto y pensé: ¿Dónde estaba el Isaac que yo había conocido? La velocidad de sus frases, su capacidad para improvisar y retener información, sus tablas como presentador... Él es uno de los principales partícipes de que la gala funcione tan bien.

La fiesta de la Universidad está llegando a su fin y todos subimos al escenario para cantar el himno. Algunos dirán: "qué repipis, que suben para cantar un himno". Deberían leer la letra del himno y nuestra forma de ejecutarlo. La iniciativa de este cántico nace de unos alumnos que se pasan la vida viendo películas y reflexionando sobre lo que ocurre a su alrededor, así que no es de extrañar el toque cómico y casual de la canción. Este momento de la gala parece fuera de lugar, pero yo me lo paso en grande haciendo el gilipollas en el escenario y siento que estamos soltando adrenalina. Llevamos muchos meses de cansancio y estrés, así que no viene mal hacer el gamba un rato y reírte con todos, como si formaras parte de una familia muy grande y bonita. Tras terminar, veo a Isaac partiéndose de risa y a Teresa Mactojergall nerviosa. Sí, ella también estaba cantando el himno. Nuestro magnífico presentador comienza a pedir aplausos del público para cada uno de los grupos internos que han formado la gala. Es un momento muy importante para todos, aunque yo me doy cuenta de un detalle: Isaac no va a mecionar nada sobre la gente de la pecera. Lo sé porque yo le escribí el papelito con los distintos departamentos de la gala: guionistas, realizadores, productores, la 'chica' de publicidad (gran trabajo de Celia), redacción, etc. Miro hacia la pecera y veo que los compañeros que están dentro comienzan a hacer gestos tratando de llamar la atención. Sin dudarlo un instante, me acerco hacia Isaac y le susurro al oído: "¡la pecera, menciona a la gente de la pecera!". Dicho y hecho: Isaac araña unos cuantos aplausos más y desde la pecera nos señalan con gestos de complicidad.

Solo quedan las tomas falsas y todo habrá terminado. Es un momento cómico, pero la realidad es que apenas habíamos tenido tiempo para hacer esa sección en condiciones, así que cogimos a Jorge (el periodista que hizo la entrevista a Gabilondo) y le sacamos los colores una y otra vez. Tras ese sketch y nuestra despedida con la música de Misfits, veo algo que no me esperaba: los editores han preparado un vídeo épico mandando pullitas a guionistas y realizadores por todos los problemas y quebraderos de cabeza que les hemos dado.

La gala llega a su fin y todo el equipo sube al escenario para recibir el calor de la gente. No sé como describir ese momento, pero siento que estoy flotando. Todos nos felicitan al salir y se muestran entusiasmados. Hemos dejado una huella en la memoria colectiva de la Universidad San Jorge que permanecerá ahí para siempre. Para despedir esta entrada quiero que os quedéis con esta idea:

"Seremos más fuertes cuanto más unidos estemos, y más débiles cuanto más divididos" - Harry Potter y El Cáliz de Fuego.

Esta gala va por ti, Papá

Juan López Moreno ©